Anoche soñé con el diablo. Así, como lo leen. No es ficción. Y quiero aclarar que soy consciente que el diablo es un símbolo, una representación y un mero artilugio humano utilizado como herramienta de dominación durante muchos cientos de años.
Hecha la aclaración, permítanme comenzar con mi relato:
Pijama de invierno, blanco con mangas negras, cuello en V, terminaciones en polar. Medias de lana, y un cuello polar negro con tirita recogedora –de ésas que lo transforman en gorros- porque la noche anterior me levanté con mucho dolor de garganta.
11:04 p.m.
Me acosté una hora antes porque había paro de subtes -odio depender de la gente y más ser rehén de imbéciles luchas egoístas, porque cuando piden o luchan por cosas como el sueldo, la cantidad de horas, los beneficios, etc., todo bien, pero había una ensalada de fruta llena de peleas internas y manejes políticos, lo sé porque tengo a alguien adentro- me acosté una hora antes y leí un poco de El Hombre Sin Patria -de Vonnegut, un capo un groso un grande- y finalmente apagué la luz. Gran error.
La puerta de mi pieza se abrió así, como sola.
¡Prack! hizo la cerradura, y se abrió. La pieza tiene unos ventanales grandes que dejan que la luz anaranjada de la lámpara de vapor de mercurio del alumbrado público se desparrame por el piso. Bueno –me dije– probablemente sea el viento que se cuela por los burletes medio gastados. Aunque también me acordé de una amiga de mi hermana que... no importa, no viene al caso. Me levante y crucé los siete metros de la habitación hasta cerrar la puerta. Volví, y me dormí, o al menos, eso creí...
Camino por un sendero de piedras chatas y grandes. Son grises y opacas, y cruzan una especie de alfombra verdosa, un simulacro de césped artificial medio podrido. No levanto la vista de las piedras, no sé si es una plaza o un campo, y la luz es una cosa floja que no viene de ningún lado. Parece que va a caer granizo o que va a hacerse de noche, o las dos cosas al mismo tiempo. Camino por ahí y una voz amable -como de documental- empieza a hablar, dice algo del Demonio. Habla y habla, y las piedras, -esas piedras anchas como lajas pero más bien redondeadas- empiezan a cambiar. Ya no las puedo pisar, porque el suelo rota hasta convertirse en una pared y yo quedo flotando al lado. Las piedras se manifiestan. Dibujos tallados, bocas y ojos grandes, de trazo redondeado -un siniestro aire precolombino- late en las piedras. El césped se disuelve, ya no puedo ver otra cosa. El rostro demoníaco desparece y aparece, se borra y vuelve, siempre distinto, siempre aterrador. Una y otra vez. Late en las piedras y me muestra sus caras primitivas. El miedo es primitivo. Recuerdo los dragones chinos. La voz se calla -no es su voz, tal vez era su presentador o algo así- y las imágenes cambian con violencia. Sin hablar. Sólo me miran con los ojos a veces abismos huecos a veces sobresalientes protuberancias en la piedra. Caigo junto con la interminable sucesión de rostros tallados en piedra que me miran pero no. Siento el vértigo en la garganta.
1:34 a.m.
Me desperté con una pierna afuera de la sábana, como si fuera un cerco que quisiera saltar. Una alarma sonaba justo enfrente de mi casa, aparentemente era el auto de mis viejos. Me tapé. Pero la alarma seguía sonando. Seguía... y seguía. «Por qué mierda no van a apagarla, están mucho más cerca de la puerta de calle que yo» pensé. Nunca me despierto con la alarma. Pero ya estaba ahí, despierto. Y seguía sonando. Salí de la cama. Me puse las pantuflas, me acomodé el cuello de polar y crucé otra vez la pieza. No me acuerdo si la puerta estaba abierta o no, pero salí y prendí la luz para bajar las escaleras. Mis padres estaban durmiendo. Ni se mosquearon con la luz ni cuando pasé. La alarma seguía sonando. Crucé el comedor –en el que nunca comemos, ya no se por qué se llama comedor- y llegué al living. La misma luz amarillenta que iluminaba mi pieza se proyectaba desde la ventana hacia el suelo.
Un metro antes de llegar a las cortinas, la alarma se apagó sola.
No me importó, ya estaba ahí. Corrí las cortinas semitransparentes y miré el auto. La rural gris modelo noventa y seis, chocada en dos puertas, tenía los vidrios sanos. Miré bien para los costados y nada. Nadie en la calle. Volví a mi pieza. Me acosté, me tapé, y me dormí, o al menos, eso creí...
Estoy sentado un bar con una muchacha -muy hermosa y mimosa- y de pronto hay otra muchacha -tan hermosa y tan mimosa como la otra- sentada en la silla de al lado. Finalmente, una tercera muchacha -más diminuta, pero igual de hermosa y mimosa que las otras dos- viene y trata de sentarse encima mío, acomodando mimosamente una pierna de cada lado. No sé si están vestidas o no, pero no importa. Porque justo antes que se siente, con total naturalidad y hasta con unas hebras de solemnidad, les digo que voy a acabar -no recuerdo si me disculpé o no- y así lo hago. Las típicas contracciones no tardaron en llegar. Como una serpiente vomitando un ratoncito semi-digerido, acabé.
2:17 a.m.
El polvo atravesó el sueño y se acumuló en mi bóxer. Pero no hubo orgasmo, sólo eyaculación. Es normal que luego de cierta cantidad de tiempo sin tocarme -o sin que me toquen-, termine así, pero habían pasado sólo un par de días desde un fortuito encuentro, asi que me pareció raro que la válvula de seguridad se accione sola. De todas formas -ya experimentado en estos asuntos- hice la Gran Momia Blanca con un pañuelo de papel y me volví a dormir, o al menos, eso creí.
6:26 a.m.
La radio se encendió sola, -estaba programada para eso-. La luz del sol entraba fría y limpia. Salí de la cama, me cepillé los dientes, me lavé la cara, removí los vendajes de la momia, hice pis, lavé al faraón, y apenas volví a la habitación noté algo raro, justo arriba de mi cabeza.
Era el cuello de polar, el mismo que me puse para dormir. Estaba enroscado en la lámpara, y se balanceaba, como un hombre recién ahorcado.
7 comentarios:
1) esta basado en hechos reales de la noche previa a la mañana en el que fue escrito.
2) me demoré en subirlo por correcciones e histeria propia de mi escritura.
3)Creo que le falta algo, no sé, ¿Qué creen?
4)Los sueños están escritos en presente, y la vigilia en pretérito indefinido, a propósito.
Que noche la de anoche!
yo siempre sueño con Apocalipsis y Tzunamis...
saludos! Muy bien escrto che!
Que hdp, que hdp...bueno, prometiste un cuento y te viniste con eso, no pasa nada, puedo creer que es un cuento y digerirlo bien, o no creer que es un cuento y digerirlo bien también.
Ahora...¡que bien escrito!, te pasaste, así da gusto leer, a ver si te ponés a escribir cuentos de vuelta, porque da gusto leerte.
Puede ser que le falte algo, pero no puedo darme cuenta, me parece que cierra bastante bien, podrías incluir más descripción al final, pero no haría nada más que hacer de relleno, no, me parece que así como está, está bien.
Me quedé colgado con eso de "volví y me dormí, o al menos eso creí..."
Saludos, nos estamos leyendo.
☻ Don físico: ¡Qué noche! ni te cuento la sensación que tuve durante todo el día.
☻ Apo: Yo también! no con tsunamis, pero con el apocalipsis un par de veces (léase fináculo mundial en este mismo blog). A veces el sueño toma tanta fuerza me obliga a traducirlo.
☻ JuanT: jajaja lo dejo a criterio de cada uno. Los cuentos son muy difíciles... como bien sabrás. Cada palabra tiene que ser exacta, cada oración... uff me estreso de sólo pensarlo. Exactamente, el final me tenía de los pelos, pero bueno, este quedará así hasta que le encuentre la vuelta, o sea, quedará así :P
¡Nos estamos leyendo!
Bueno bueno...
Me tranquiliza saber que no soy el único que sueña a lo "lisérgico"! Ja.
Y yo que me asustaba de soñar con Chris Cornell cantandole a un mejicano...
hmm... no sé que es peor!
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