Se me ocurrieron dos cuentos que no pienso escribir, pero entre tanto trabajo y trabajo los dedos se rehúsan a continuar -hacen paro de productividad, alzan cartelitos de creatividad- un descanso, un trabajo distinto, me empujan los tendones desde los hombros, y sostienen ladeada la cabeza para crear un texto en itálica, que se acelere y que cada letra caiga en la siguiente como fichas de dominó, de ésos que a vos tanto te gustan.
El primer cuento era sobre un basurero, era el basurero de la casa rosada, un hombre musculoso, fornido, curtido por el pesado trabajo de cargar cadáveres al camión de basura y llevarlos a esos lugares que acumulan basura cerca de otra gente, esos lugares tienen nombre, pero como no voy a escribir el cuento del basurero fornido de la rosada me ahorro el trabajo de hacer las averiguaciones de campo correspondiente -ah, qué alivio- el segundo cuento era tan bueno como el primero -los cuento siempre son excelentes antes de escribirlos- pero en este momento de mi prosa no lo puedo recordar era más mental más sutil, probablemente lo recuerde a lo largo de este texto -o invente otro, que más da- hoy mis dedos están ansiosos por escribir cosas nuevas, los dejo transcribir una reflexión SMS: "la edad no es lo que pesa, es lo que haces con ella" a veces escribo en el celular -ok, fueron sólo tres- parece muy fashion/pornoderno pero el descubrimiento inicial surgió con una necesidad -como todos los descubrimientos- NECESITABA escribir algo, ya saben, a veces las palabras se forman y si uno no las coloca en un lugar menos perecedero que la memoria la culpa se infla como cuando uno tira comida a la basura -hay tanta gente que no tiene para comer...- mi abuela besa el pan antes de tirarlo a la basura, asi que ya saben, si alguno va a buscar un pedazo de pan en la basura de mi abuela sepa que ese pan ha sido besado -tampoco es que tire muchos panes, o dé muchos besos, pero mi abuela es así, imagino que dio más besó a los panes que a mi abuelo- en fin, la necesidad me obligó a usar lo primero que tenía a mano y -como la pij* no puede escribir- tanteé lo que estaba más cerca: mi celular, así que escribí un cuento SMS y me di cuenta que tiene cierto encanto el tener que presionar muchas veces un botón para formar cada letra -no uso texto predictivo, mi literatura no puede ser predecida por una serie de algoritmos de programación (faaaaaaah!)- el hecho de que cada palabra cueste, hace que uno piense mucho lo que va a escribir, entonces -casi sin querer- se forman bloques sólidos y compactos de palabras precisas que condensan todo lo que uno tiene que decir -no como este teclado que me deja vomitar cientos de palabras por minuto, sino, miren el mazacote que se armó- otro ejemplo SMS "me siento libre de la penos necesidad de escribir, podría pasarme horas mirando el lunar de una desconocida hasta hacerlo mío" es ficción de la más fantástica que jamás haya escrito: nunca voy a poder liberarme de esa necesidad.