¿Por qué tengo todas mis cosas tiradas arriba del diario El cronista? ¿Por qué? ¿Por qué estoy esperando para escribir esto como diez minutos, tratando de contener todas las palabras que pugnan como gusanitos desde adentro de las orejas? ¿Por qué? ¿Por qué pasaron horas desde que me llegó un sms de una chica hermosa que tenía muy malas intenciones al que yo no pude contestar y, por qué me pregunto, por qué no me molesta no haber podido contestarle?
Espero encontrar las respuestas a todas -y a alguna que otra pregunta más- a lo largo de este maravillosamente entrelazado arbusto y/o medianera de palabras. Lo que estoy tratando de decir ocurrió particularmente el día diecinueve de agosto del año 2007 dC.
¿Pero en qué momento comenzó todo?
No lo sé.
No lo sé.
Eran las 15:00 hs o, al menos, eso era lo que intentaba decir el reloj del reproductor de dvd, el cual, debo decir, no termino siendo una fuente muy confiable de información.
Eran las tres de la tarde de un sábado que parecía domingo dado que el lunes no se trabajaba y el verdadero sábado, o sea, el día anterior, no era digno de mención.
Eran las tres de la tarde del día anterior cuando fui a la pileta. Entre al agua y nadé ocho minutos, iba en el llamado "estilo Libre" por mi padre (otro gran nadador de la familia), y según mi opinión, croll. Realmente no se como se se llamará el estilo, pero lo importante es el ejercicio y no como se llama, joder.
Eran las tres de la tarde del sábado anterior -el verdadero sábado- cuando comencé con mi estilo libre de natación, que son ocho minutos en los que voy de croll y vuelvo de pecho, para ablandar los músculos y estirar las articulaciones. O al menos, creer que eso sucede. Luego de esos ocho minutos me tomo dos -o a lo sumo tres- minutos para elongar dentro del agua -lo cual teóricamente esta mal, y no sirve para nada, pero yo soy un autodidacta, y que me la soben los libros del buen nadar y/o elongar-. Luego de la elongación miro un reloj, hay dos relojes de manecillas en la pileta, uno en lo hondo y otro en lo bajito, a veces, los relojes tienen dos o tres minutos de diferencia, lo cual produce una especie de viaje temporal cada vez que uno nada de lo hondo a lo bajito, es como nadar de un continente a otro, pero en una escala menor. Nado ocho o nueve minutos -dependiendo de los caprichos de los relojes gemelos- y descanso dos o tres o un minuto para recuperar el aire, el cual no abunda abajo del agua, debo decir. Mi rutina es implacable. La rutina del sábado -la del verdadero sábado- no tiene ningún hecho destacable salvo la aparición de una linda mujer que nadaba con algo rojo -creo, dado que lo poco que podía ver abajo del agua trataba de guardármelo para la parte que no se tapaba con la maldita lycra...- lo único destacable era la aparición de esta muchacha, cosa que en sí no es muy destacable, dado que nunca voy a esa hora a la pileta. Yo siempre voy los lunes, miércoles y viernes, de cinco a seis de la tarde, evitando así, nuevamente y otra vez, el horario pico del lugar en el que me encuentre. Lamentablemente eso no lo pude hacer el sábado -el falso sábado- en el cual se me cayó encima una cadena suelta -y pesada- de eventos no tan concatenados uno tras del otro hasta sepultarme en una montaña de acero tintineante.
Eran las tres de la tarde de un sábado... no se si realmente quiero meterme en esto, es realmente desagradable ¿saben?
Son las tres de la mañana del dìa siguiente -un lunes que parece domingo porque es feriado- y todavia me duele la pierna como si tuviera un desgarro que la lacera desde la jugosa nalga hasta la tendónica parte trasera de la rodilla.
Pasaron doce horas desde las tres de la tarde del sàbado.
Son las tres de la mañana del dìa siguiente -un lunes que parece domingo porque es feriado- y todavia me duele la pierna como si tuviera un desgarro que la lacera desde la jugosa nalga hasta la tendónica parte trasera de la rodilla.
Pasaron doce horas desde las tres de la tarde del sàbado.
Doce horas.
Doce horas y todavía tengo energías para sentarme y escribir esto. Estoy solo en un departamente. Escucho los gritos desesperados de mi teléfono celular de segunda generación -con tapita- pidiendo desesperadamente por un poco de energía. Y yo sigo escribiendo esto. Pero es fundamental que alguien lo diga. Si nadie lo dice, lo ocurrido muere con sus participantes.
Cuatro participantes.
No puedo dejar semejante sábado -un falso sábado, por motivos hartos explicados- no puedo dejar los acontecimientos de ese sábado, este sábado, sin ser mencionados. Ahora me pregunto si lo que pasó sólo pasó para que pueda ser escrito, y eso podría tener sentido. Podría darle más sentido y hasta una coherencia a por qué mis cosas, mi crema de manos, mi guía de la ciudad -forrada y dobleforrada en papel madera, los que me conocen saben que es así- y muchos otros utensilios y artefactos descansan sobre el rosado calmo del papel de El Cronista. Un El Cronista del dieciséis de agosto del mismo año en el que sucedieron tantos hechos memorables dignos de mención.
¡Qué día!
¡Qué noche!
¡Qué locura!
Todo empezó a las tres de la tarde de un sábado, el segundo sábado seguido, sí sí, ese fin de semana vino uno después del otro, a esta altura ya saben a que me refiero. ¡Qué sábado! Antes que nada quiero aclarar que no tengo nada en la pierna, es una sensación que nació aproximadamente a las tres de la tarde del sábado, y espero se me vaya cuando amanezca el lunes -domingo- este quiere amanecerse con ganas en tres horas y media.
Hay muchas preguntas que quedan sin resolver. Pero esas preguntas no son importantes, al menos, para ustedes, que están leyendo esto con ánimos de elevar su visión del mundo. Las verdaderas preguntas serán contestadas personalmente, con una copa en la mano, espero ofrecida y bien preparada, con calidez y mucha sustancia líquida -y algún que otro hielo- en algún bar o mullido sillón calefaccionado a carne.
Las respuestas a esas preguntas se mencionarán, pero no se escribirán, dado que no fueron, ni son, ni serán, siempre las mismas.
Las respuestas a esas preguntas se mencionarán, pero no se escribirán, dado que no fueron, ni son, ni serán, siempre las mismas.
5 comentarios:
Buen sábadotexto de sábado.
Uff... otra vez se mandó con un texto largo... no creo que lo lea... bueno, veamos como empieza... aja... epa... ugh,.. guaaauuu..... ¿qué, ya terminó?
Y si no tenia que continuar...
Muy bueno!
Ary: Gracias
Pit: ¡las apariencias engañan!
Como me quedaron algunos cabos sueltos. Yo que ud. leería mas a bukosky, se lo recomiendo.
bukosky?
Leí varios poemas, ví una peli basada en un libro de él que -para variar- no recuerdo como se llama...
Es interesante, es macrabro, es oscuro, es deprimente, es directo, es eficaz.
Lo tengo en la lista.
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